Nuestro profesor Rodrigo Alcalde, con la colaboración de nuestro director Roberto González, escribe hoy en el periódico, El Norte de Castilla, un intersante artículo de cómo viven los profesores la educación en el estado de alarma.
Para los que no podáis entrar en el enlace y leerlo, os dejamos aquí el artículo:
EDUCAR EN ESTADO DE ALARMA.
Suena el despertador y, como hago cada mañana, me preparo para dar mis clases. ¿Como cada mañana? No exactamente, pues faltan mis alumnos. Esas caras sonrientes que reclaman mi compromiso y atención permanente. Y sin embargo, aunque el contacto con ellos es telemático sigue siendo real y, ahora más que nunca, imprescindible. En esta situación de confinamiento es necesario que los niños tengan unas rutinas y cuenten con unas pautas claras de trabajo para que no desconecten del ritmo del curso y sigan aprendiendo.
Ahora, toca reinventarse y aprender a acompañar a los alumnos de un modo nuevo en un contexto complicado. Entre otras cosas, es momento de tener muy en cuenta las diferentes condiciones y situaciones familiares de nuestros alumnos. No todos tienen acceso fácil a medios informáticos. Es cierto que la gran mayoría puede, al menos, ver lo que les enviamos en un smartphone. Como educador, vienen a mi mente muchas preguntas que antes no me planteaba: ¿Cuántos ordenadores hay en casa?, ¿cuántas personas están teletrabajando al mismo tiempo?, ¿tendrán buena conexión a internet?, ¿se habrán llevado los libros el último día? Y, lo que es más importante, ¿tendrán a algún familiar afectado por la infección del coronavirus?
Todas esas preguntas y más vuelan en mi cabeza mientras el ordenador arranca. Sé que todos somos conscientes de hasta qué punto, todo eso, va a condicionar su desarrollo académico y social. Después de llevar once años trabajando con un material tan sensible, estoy convencido que son los que más pueden sufrir el encierro; pero también los que “cicatrizarán” más rápido. Y en el contexto puramente académico, estoy convencido de que si los profesores somos capaces de redoblar nuestros esfuerzos para adaptarnos de manera creativa a sus circunstancias, lograremos minimizar el impacto que esta situación puede ocasionar en su aprendizaje.
Comienza la nueva rutina. En mi caso, lo primero que hago es contestar a todas las familias que me envían los trabajos de sus hijos. Con ello, principalmente quiero que sientan que seguimos ahí, cercanos a sus necesidades y problemas. Unos me piden más trabajo, otros no llegan a todo lo que les propongo. Y al igual que ocurre en el aula, siento la necesidad de atender de manera individualizada a cada uno. A continuación, sigo con la preparación de materiales para el envío de la semana que viene, dedico un tiempo a recibir alguna formación online (nunca dejes de aprender) y contacto con mis compañeras para trabajar de manera coordinada y siguiendo las indicaciones que nos facilitan desde el equipo directivo del colegio.
Vuelan las horas y como solo dispongo de un ordenador, y también tengo hijos con deberes y tareas que atender, me toca trabajar sobre el papel. Pero sonrío, porque sé que en casa estamos ayudando a vencer al miedo y al virus, porque sé que para veinticinco “pequeñajos” sigo estando presente y sigo ayudando a su desarrollo. Porque sé que ya queda un día menos para abrazarnos.
Rodrigo Alcalde Abril. Profesor del colegio marista Centro Cultural Vallisoletano.