El Adviento es un tiempo de esperanza. Unas semanas que nos ayudan a preparar-nos con más consciencia la llegada de Jesús, de Dios.
En el colegio, a través de la clase de religión, los buenos días, las celebraciones, las convivencias y las tutorías, acercamos la Fe a los niños y jóvenes. Pero ¿Cómo evoluciona la imagen que nuestros alumnos tienen sobre Jesús?, ¿Qué significa para un niño de 5 años y para un joven de 15?
La evolución en la identidad religiosa recorre diversos caminos, muy influenciados por el desarrollo evolutivo en otros ámbitos: cognitivo, lingüístico, afectivo, social, etc. y por las experiencias del entorno.
En la primera infancia aparecen las primeras conductas religiosas: besar una imagen, repetir alguna oración sencilla, etc. Por lo que aparecen referencias de algunos signos y símbolos religiosos (en la tradición cristiana: la cruz, las imágenes de Jesús o la Virgen…). En este despertar religioso juega un papel importante la imitación de los adultos con los que el niño convive, sus actitudes y la educación religiosa que les aportamos. En esta imitación existe gran influencia afectiva, puesto que se imita a lo que se quiere. La imagen de Dios que el niño abraza puede ser la de un Padre amante que lo apoya.
Entre los 3 y los 6 años los niños viven su relación con la realidad desde su concepción animista. Dios, el mundo y sus relaciones mutuas se expresan por medio del lenguaje propio de fábula.
En esta etapa el niño generalmente admite dos cosas referentes a Jesús: vive en el cielo con los santos y las personas fallecidas y de allí desciende para realizar actividades específicas, como hacer el bien o estar presente en casa, en el colegio, en la naturaleza, en la iglesia… Hacia el final de esta etapa los niños tienen una visión antropomórfica de Dios, un Dios con rasgos humanos.
En Educación Primaria, en nuestra cultura, las representaciones de Jesús son más numerosas que las representaciones de Dios; es una etapa en la que crece el “cristocentrismo”. Dios es el creador de los fenómenos naturales, es el creador del mundo. Al principio de esta etapa el contenido de las oraciones se centra principalmente en la gratificación de sus deseos. Es alrededor de los 9 o 10 años, y cada vez con más fuerza, cuando la oración se convierte en una especie de conversación privada personal con Dios.
En la etapa de la adolescencia, los jóvenes tienen una capacidad de abstracción mayor. El gran misterio de Dios (su existencia, su ser mismo) puede ser abordado personalmente gracias a esta nueva capacidad. Dios ya no tiene por qué ser el personaje representado durante la niñez con caracteres infantiles y mágicos. Ahora su dimensión espiritual adquiere progresivamente toda su trascendencia, sin abandonar su cercanía ni su relación interpersonal. Es su primera articulación de fe, hecha a partir de lo recibido y de lo experimentado en la infancia.
La fe religiosa de la niñez es una fe válida, sin importar lo diferente que puede ser de la fe del adulto. Familias y educadores guiamos el desarrollo integral de niños y jóvenes. Esperamos que acercarnos al desarrollo evolutivo religioso os ayude a ello.